El nuevo consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid cree que en la gestión clínica se pueden hacer muchas cosas, pero también intuye que en cuanto se pusiera a hacer más de la cuenta, volvería el follón político con su figura en el centro. Teme que cualquier movimiento, cualquier iniciativa en esta materia sería interpretada como un intento de privatización, así que mejor ir al trantrán. O por lo menos, no salir del trantrán habitual. Esta es la decepcionante puesta de largo de Enrique Ruiz Escudero al llegar a una de las Consejerías más importantes del Sistema Nacional de Salud: más pendiente de seguir al pie de la letra la indicación de la presidenta Cifuentes para que la sanidad, ya que no da votos, al menos que no los quite. Y las reformas que precisa el sector, que las emprenda otro.
En una entrevista con Diario Médico, Ruiz Escudero afirma que Madrid seguirá con su modelo de gestión clínica, con 81 pactos con otros tanto servicios hospitalarios, “pero a medio plazo debemos ir pensando en modernizarlo”. Por ejemplo, buscando socios tecnológicos que mantengan a la última el equipamiento de los hospitales sin que la Administración tenga que comprar cada poco tiempo. O buscando acuerdos de gestión entre diferentes servicios para racionalizar recursos: “¿Debemos tener 12 traumatólogos pediátricos de guardia los fines de semana? Igual sería más lógico tener solo dos, uno en la zona norte y otro en la sur”. Todo ello, decidido con prudencia y desarrollado con sutilidad. Porque el follón se lía a la más mínima oportunidad.
Reconoce que la sanidad privada tiene opciones de gestión que no tiene la pública. En recursos humanos, en centrales de compras, en criterios de productividad… Pero se cuida muy mucho de no declarar tentación alguna para incorporar esos mecanismos a su ámbito de decisión. Porque el principio está claro: la relación con la privada, la justa y necesaria. Y esta idea no es suya, sino de la presidenta, con lo cual no hay margen de maniobra para nada. De hecho, el camino es el contrario: “Nosotros tendemos ahora a internalizar, no a externalizar. Hemos reducido el apoyo en la sanidad privada para operar casi en un 90 por ciento”. Y se queda tan contento. Si esta es la propuesta de relación con la privada de un consejero del PP, ¿qué tendrá que hacer uno del PSOE para demostrar aún con más fiereza que en sus planes no hay ni rastro de privatización?
Mantendrá vivo el proyecto de su antecesor Sánchez Martos para profesionalizar la función directiva, con un claro propósito: evitar la arbitrariedad y la politización de los cargos. La norma se basará en cinco puntos: cada hospital tendrá una junta de gobierno; la elección del gerente será por concurso y mérito; se dará más peso a la asesoría profesional; habrá una estrategia definida en buen gobierno, y cada centro dispondrá de más autonomía. Será interesante conocer el alcance de este último punto, es decir, qué grado de autonomía de gestión está dispuesto a conceder el Ejecutivo de Cifuentes a los hospitales públicos. Porque las señales en este sentido emitidas hasta ahora son también ciertamente decepcionantes.
Sí se moja Ruiz Escudero, y de manera sorprendente, en la posibilidad de que la sanidad cuente con fondos finalistas. No cree que sea una buena idea y prefiere el modelo actual en el que, sobre el presupuesto inicial, la sanidad puede lograr más fondos si son necesarios. Parece una excusa de mal gestor: ya que no voy a poder cuadrar nunca el presupuesto, mejor tener siempre disponibilidad, aunque sea a costa de llorar a Hacienda. Y también parece la evidencia de la insostenibilidad creciente del sistema sanitario, cuya demanda no es posible meter en vereda. Si triunfan argumentos como el que presupuestar en salud es complicado porque siempre hay situaciones urgentes o imprevistas que lo impiden, estaremos cada vez más lejos de que la sanidad sea verdaderamente sostenible.