La sanidad también tendría grasa y no sería ese servicio público fornido y glorioso, impecable en el trazo de sus músculos y de sus curvas, imaginado por todos. Habría por tanto un problema de sobrepeso, quién sabe si algo más serio relacionado con la obesidad y todas las enfermedades que se derivan. Nada mejor que una dieta severa de adelgazamiento, para poner al sistema a punto, no sólo para mejorar su imagen sino lo más importante: su salud.
El planteamiento es de José Manuel González Álvarez, conselleiro antes que gerente, aunque él se sienta más a gusto como lo segundo, según le ha confesado a María R. Lagoa en Diario Médico. “Tenemos que desprendernos de la grasa y centrarnos en lo importante y en lo que de verdad hay que financiar”, ha dicho en un tono voluntariamente antipático, muy lejos de la complacencia, y pensando única y exclusivamente en ser eficiente.
La declaración esconde varias evidencias sobre la asistencia sanitaria que, no por sabidas ni repetidas, dejan de suscitar sorpresa: como que los hospitales estarían haciendo muchas cosas, o por lo menos algunas, que no son importantes en absoluto y que pueden dejar de hacerse sin problema. Unido a esto, vendría la cuestión económica: pagar solo lo que sea básico o quizá lo que resulte eficiente pagar en términos de salud. Con lo que no todo puede ser gratis en el hospital.
Cada vez nos va a costar más pagar todo lo que se financia, admite González Álvarez, gerente del área de Pontevedra, preocupado por el impacto de las nuevos fármacos y tecnologías. A su juicio, es importante ser crítico a la hora de introducir nuevas prestaciones. Y en esta tarea, cada uno tendrá su cuota de responsabilidad: políticos por supuesto, pero también gestores, profesionales y finalmente ciudadanos.
Como todo buen gerente que se precie, habla sin tapujos de cambios organizativos y estructurales, pero los orienta en la dirección que la sociedad vaya demandando. En este escenario, el desprendimiento de la grasa que persigue sería más natural y comprensible y, desde luego, generaría menos confrontación política, que es lo que aterra a cualquier responsable asistencial.
Pero a la vez entiende que la resistencia al cambio es un clásico de las organizaciones, y muy especialmente de las sanitarias. Más que la posibilidad de introducir mejoras que afecten al hecho asistencial, los profesionales perciben la posible reforma como una amenaza. Hay algunos que no, pero su voz no se escucha lo suficiente y su criterio termina por difuminarse entre el clamor por mantener la situación conocida, que siempre es la peor.
Convencido de que ser médico es fundamental para ser un buen gestor, González Álvarez respalda la apuesta de Galicia por la gestión integrada de niveles asistenciales, que ha permitido mejorar la coordinación entre atención primaria y especializada. Y también es partidario de la gestión clínica, en su acepción de trasladar la máxima responsabilidad posible a los profesionales a la hora de manejar sus propios recursos. Lo cual, bien visto, es otra manera de estar en forma, siempre al tanto de los estímulos y rápido en las respuestas, sin que la grasa impida el normal desarrollo del ser vivo.