El Hospital Alcorcón, en la Comunidad de Madrid, es el último gestionado por una fundación, como ejemplo de la nueva gestión que trató de modificar la forma en la que se administraban y dirigían los centros sanitarios, allá por la década de los noventa. Es un caso de auténtica supervivencia, toda vez que los demás hospitales que también se gestionaron un día mediante fundación, hoy son también ejemplos del incuestionable triunfo de un solo modelo: el de la gestión directa o tradicional. Y es un síntoma de que el cambio en el Sistema Nacional de Salud (SNS) es un objetivo muy complicado de alcanzar, pero igualmente difícil de evitar. Mientras los hospitales se sigan gestionando más o menos igual, habrá una oportunidad de ensayar y aplicar nuevas fórmulas que los hagan más eficientes.
Modoaldo Garrido es el gestor de la supervivencia. Y no se esconde: “La verdad es que me cuesta entender por qué no hubo más fundaciones ni por qué se acabaron las que había”, le ha reconocido a Rosalía Sierra en una suculenta entrevista publicada en Diario Médico. “En cambio, las empresas públicas tuvieron más aceptación, aunque, en esencia, son lo mismo”. Ni rastro de las fundaciones en autonomías tradicionalmente gobernadas por el PP; persisten las empresas públicas creadas por el PSOE en Andalucía. Ambos grandes partidos, que sacaron adelante con sus votos la Ley 15/1997 de Nuevas Fórmulas de Gestión saben desde hace tiempo que hay que intentar gestionar los hospitales de otro modo. Solo uno ha mantenido su modelo, contra las críticas, y pese a la pérdida de votos. Al final, como en tantas otras grandes decisiones sanitarias, la política es más determinante que los argumentos técnicos.
Parece como si la nueva gestión estuviera envuelta por una especie de leyenda negra: “La polémica nació, sobre todo, con las concesiones administrativas, pero el resto de las fórmulas han acabado siendo contaminadas”. Como si el legítimo intento de transformación en busca de mejoras solo fuera un pretexto para la privatización, la auténtica y temible reforma: “Se ha extendido el mensaje de que lo público solo puede ser modelo tradicional, [pero] se confunde el carácter público con el modelo de gestión. Pero en muchas experiencias se ha demostrado que otra forma de gestión es posible y no ha pasado nada”. Garrido apunta directamente al ejemplo de los países nórdicos y pide paciencia porque los cambios culturales, como el que precisa el SNS, son largos, muy largos.
Con todo, no cree que su supervivencia vaya a ser en vano. Al contrario, es optimista y parece insinuar que más pronto que tarde volverá a tener compañía en el intento por gestionar los hospitales de otro modo, y hacerlo mejor que hasta ahora, que es de lo que se trata: “Los distintos modelos deben sobrevivir y ser evaluados, algo que siempre se echa de menos en España”. Porque los cambios siguen siendo necesarios “sobre todo, en el marco de las relaciones laborales. Es preciso replantearlas, necesitamos un sistema que realmente permita incentivar a los profesionales que destacan”. Y este sistema no es, desde luego, el de la gestión directa de los viejos hospitales de la Seguridad Social.
¿Y cómo le va, a propósito de esto, al Hospital Universitario Fundación Alcorcón? ¿Es un caso de supervivencia agónica o más bien una bofetada en la cara del prejuicio político? Escuchando a Garrido, más bien lo segundo. Tras la apuesta política inicial, respaldada por el mismísimo ministro Romay y su hombre fuerte Alberto Núñez Feijóo, la crisis pasó factura, aunque el hospital mantiene sus virtudes: “En gran parte es gracias a la flexibilidad que da el modelo [de fundación] (…) La ventaja de tener un modelo de gestión pública con más cintura que el tradicional es que es más fácil reorientar la financiación, sobre todo dejando de pagar lo que no aporta valor”. Enseñanzas de indudable valor: para los políticos que tengan el valor y el coraje de querer escucharlas.