CLÍNICA MÁS GESTIÓN Y GESTIÓN MÁS CLÍNICA

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Alberto Lafuente, ¿clínico o gestor? Foto: Clínica Universidad de Navarra

Seguimos dándole vueltas a un concepto que ya no es nuevo y que a veces lo parece porque no está todo lo desarrollado que debiera: la gestión clínica. Alberto Lafuente, secretario del Colegio de Médicos de Navarra, ha hecho una interesante aproximación a la materia, a propósito de la presentación de un plan de capacitación avanzada para futuros directivos de unidades de gestión clínica: hacer la clínica más gestión y la gestión más clínica. Parece sencillo, pero evidentemente no lo es.

Si seguimos haciendo lo mismo de siempre, obtendremos los mismos resultados, se queja Lafuente en Gaceta Médica. Y propone caminar juntos, clínicos y gestores, se entiende, y no de forma paralela, cada uno por su lado, que es lo que se viene haciendo en general hasta ahora.

El plan formativo impulsado por la corporación navarra trata de reducir el desconocimiento que sigue rodeando a la gestión clínica, abordando asuntos tan importantes como la planificación o la gobernanza, e incluyendo otros que pueden sonar más (pactos de gestión, comunicación interna, sistema de información, evaluación de resultados, trabajo en equipo, innovación), pero sobre los que todavía queda mucho por aprender.

Quién mejor que los propios médicos, los propios clínicos, para liderar la gestión clínica, parece apuntar Lafuente, convencido de que dejar esta materia en manos ajenas no es la mejor manera de contribuir a la necesaria transformación del sistema. Porque son los médicos los primeros convencidos de que la gestión clínica puede ser útil para mejorar la eficiencia y la calidad de su actividad diaria. Aunque no todos los profesionales, obviamente, servirán para llevar a cabo este cambio. Se necesitan líderes con ilusión por mejorar, que sepan dinamizar y motivar equipos de trabajo y que sepan transmitir conocimientos.

Pese a las buenas intención del Colegio de Navarra, o precisamente por eso, la gestión clínica está lejos de alcanzar el desarrollo que se aventuró en un principio. Hay servicios autonómicos de salud que llevan tiempo ensayando propuestas, pero de momento son experiencias que no logran empapar a todo el sistema. Y resulta que las unidades en activo son islas acosadas en entornos hospitalarios clásicos, con servicios clínicos que mantienen estructuras y dinámicas demasiado rígidas.

En realidad, la gestión clínica no deja de ser parte de un debate político más amplio, que nos mantiene parados ante la perspectiva de transformar o no la manera en la que se dirigen y organizan los centros hospitalarios. Y esa confrontación de pareceres está virando en los últimos tiempos hacia el inmovilismo, es decir, a no discutir la gestión clásica y directa como la mejor manera de administrar los recursos sanitarios públicos. Y esto es así porque los políticos tienen la percepción de que una mayoría de la sociedad no quiere cambios en esta materia.

Es verdad que la gestión clínica ha sido explicada, con escaso eco, por líderes profesionales que no han sido seguidos en su ejemplo. Si los médicos apostaran en firme por esta nueva organización de su trabajo, quizá la sociedad pudiera interpretar de una manera más adecuada que la búsqueda de cambios en el sistema no es sinónimo de amenaza al bienestar y a la cobertura sanitaria de los ciudadanos, sino precisamente todo lo contrario: un intento por conservar lo mucho y bueno que tenemos mediante una progresiva y sostenida mejora continua del trabajo asistencial diario.

Que es lo que, de una manera u otra, se intenta hacer en cualquier actividad humana.

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