El consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, Jesús Fernández Sanz, ha pasado por Madrid para quejarse de la inequidad en el acceso a los servicios y de las fronteras que hay levantadas dentro del propio Sistema Nacional de Salud (SNS). Su alegato, no por conocido, deja de ser importante, puesto que son los responsables políticos los que más pueden hacer por corregir las consecuencias negativas de la descentralización de la sanidad.
En un coloquio organizado por el Grupo Mediforum, el consejero ha elogiado la buena salud del SNS por sus resultados en esperanza de vida, baja mortalidad neonatal, gestión de trasplantes o incorporación de tecnología. Sin embargo, ha lamentado la existencia de un lastre, que es precisamente la inequidad, según publica sin mucho lujo de detalles ConSalud.es, pese a que es uno de los medios de la empresa organizadora del acto. Eso sí, presume en una información relacionada de haber alcanzado una notable difusión a través de Twitter.
Fernández Sanz atribuye al Estado la responsabilidad de terminar con los desequilibrios entre autonomías y, en clave política, reivindicando el logro del PSOE en la primera Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados de la legislatura, ha recordado que es la ausencia del Fondo de Cohesión Sanitaria lo que levanta barreras entre servicios de salud.
La crónica de Acta Sanitaria ofrece, curiosamente, más detalles sobre la intervención. Por ejemplo, que el consejero es partidario de una cartera común de servicios sanitarios, sin cerrar la puerta a otros de tipo complementario, que dependerían lógicamente de cada comunidad autónoma. “Hay que volver a equilibrar el SNS para crear Estado”, ha remachado.
No hay que irse muy lejos para ver y comprobar los efectos de esas fronteras que pocos se atreven a nombrar con la exactitud que ha mostrado el consejero. Es en la Comunidad de Madrid, donde ya se dan disfunciones como que un ciudadano de Ciudad Real pueda ir al Hospital Ramón y Cajal sin coste, pero si acude desde Guadalajara, la Junta deba pagar por su atención. La inequidad es alarmante y urgente de tratar, tanto o más que lo complicado que es saber cómo.
No hay solo fronteras entre Castilla-La Mancha y Madrid; las hay en otros lugares sanitarios donde parece una broma de mal gusto levantar una barrera, por muy administrativa y sin consecuencias asistenciales aparentes que sea. Con todo, también hay ejemplos de colaboración, entre las dos comunidades autónomas mencionadas sin ir más lejos. En cualquier caso, si el SNS fuese más sistema, los servicios autonómicos de salud serían, sobre todo, menos autonómicos. O, por lo menos, tendrían esa visión más amplia que, a buen seguro, impediría la proliferación de esas barreras que tanto preocupan al consejero castellano-manchego y, en realidad, a muchos de los que estamos pendientes del sector.