LAS REFORMAS SIEMPRE SE APLAZAN

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David Elvira o cómo reformar con una sonrisa. (Jaume Cosialls, Diario Médico)

No sabe uno si reír o llorar cuando lee las declaraciones de David Elvira, director del CatSalut, a Karla Islas Pieck en Diario Médico: “Es el momento de hacer reformas estructurales del modelo sanitario”. ¿Ahora? ¿Y por qué no durante la etapa más cruda de la crisis? ¿O mucho antes, cuando el PIB crecía y había dinero para todos, sanidad incluida? ¿Por qué, en definitiva, las reformas siempre aparecen en los propósitos de los políticos, y también de algunos gestores, pero nunca terminan por llevarse a cabo?

La reforma es una espada de Damocles que pende sobre el Sistema Nacional de Salud prácticamente desde su misma creación. Las primeras líneas de la Ley General de Sanidad, de 1986, son esclarecedoras al respecto: “De todos los empeños que se han esforzado en cumplir los poderes públicos desde la emergencia misma de la Administración contemporánea, tal vez no haya ninguno tan reiteradamente ensayado ni con tanta contumacia frustrado como la reforma de la Sanidad”.

Aquella norma tuvo un propósito profundamente reformador y a fe que lo logró, puesto que el sistema asistencial ya no volvió a ser como antes y no solo por la introducción de algunos principios básicos como la universalidad o la equidad, que hoy parece que generan más controversia que nunca. Sin embargo, la necesidad de reforma en el sistema se ha mantenido constante prácticamente desde entonces.

Dice Elvira que la sanidad ha sorteado la crisis recurriendo a la política de precios, es decir, reduciendo los salarios de los medicamentos y los precios de los medicamentos. Nada nuevo bajo el sol de la gestión que, en momentos crudos, suele recurrir a medidas poco imaginativas pero sumamente efectivas en los balances económicos. Eso sí, la oportunidad de introducir reformas estructurales pasa frente a nuestras narices indefectiblemente.

Desde luego que los cambios organizativos, cualesquiera que sean, pueden resultar traumáticos, especialmente para los recursos humanos. Quizá de aquí el miedo de los políticos a introducirlas, incluso aunque el momento pueda ser el propicio para hacerlo, como sugiere el director del CatSalut. Pero, ¿acaso no es traumático bajar el sueldo de los profesionales o dar una nueva vuelta de tuerca a los precios de los fármacos, ajustando lo imposible márgenes ya de por sí estrechos?

Puede que la oportunidad de introducir unas medidas u otras tenga también una orientación eminentemente política. Porque se sabe el efecto inmediato de la bajada salarial pero no está tan claro determinar la mejora introducida por un, valga el ejemplo, área de gestión clínica. Y en momentos de crisis, el manejo de los tiempos es sumamente importante, tanto como la propia concreción de las medidas que se van a llevar a cabo.

Si la crisis se nos está pasando sin apenas noticias de reformas estructurales, nada puede hacernos pensar que la recuperación y el nuevo impulso económico puedan ser el mejor marco para buscar y lanzar esas medidas perpetuamente aplazadas, como ingenuamente sugiere David Elvira. Cuando los cuadros macroeconómicos mejoran, los políticos no piensan en los cambios que conduzcan a la sostenibilidad y la eficiencia del sistema. Entre otras cosas, porque estas circunstancias no son tan perentorias ahora como en tiempos de crisis.

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