POR LA ECONOMÍA HACIA LA SANIDAD

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El ministro García Vargas, acompañado del presidente asturiano, Pedro de Silva, a la derecha, en la inauguración del Hospital de Jarrio, en 1989. (Jesús Farpón - La Nueva España)

Que la Sanidad tiene un notable componente económico, hoy ya fuera de toda duda, pudo quedar por primera vez de claro manifiesto con la elección de Julián García Vargas, economista, inspector financiero y tributario y técnico de la Administración Civil del Estado, como nuevo ministro. El sucesor de Ernest Lluch fue verdaderamente inopinado. Era hasta ese momento el presidente del Instituto de Crédito Oficial y trabajaba en un ámbito cómodo, conocido y hasta previsible, con un plan de trabajo a dos años vista. Pero la política, una vez más, lo cambió todo.

Es el verano de 1986 y García Vargas está a punto de empezar sus bien merecidas vacaciones. No pasa por su cabeza ser ministro y menos aún de Sanidad y Consumo, por lo que cuando se lo confirman, la responsabilidad recibida y casi el mundo entero se le vienen encima. Se encierra en un despacho con Lluch y su equipo para exprimir todo lo posible el habitualmente escueto traspaso de carteras. Aquella larga tarde, toma una primera y seguramente inolvidable conciencia de la dimensión del sector, de sus problemas y sus posibilidades de contribuir a un país próspero.

Como buen economista, el nuevo ministro marca su primera prioridad apelando a los números: “Voy a presionar al máximo y desde el primer día a mis compañeros de Gobierno de Economía y Hacienda y de Trabajo y Seguridad Social para que se vean incrementados los recursos presupuestarios destinados a mi departamento”. Más dinero para la Sanidad, otro clásico de rabiosa actualidad, que hunde sus raíces en la génesis del propio Sistema Nacional de Salud.

Otros propósitos de García Vargas son la reducción de las listas de espera, continuando el plan inacabado de Lluch, mejorar la atención primaria e impulsar el Plan Nacional contra la Droga. No parece importarle cierto continuismo en la gestión porque piensa bien de su antecesor, no solo por afinidad política, sino también personal: “Creo que ha hecho una buena labor y lo digo sinceramente, aunque también creo que ha tenido poca fortuna al explicarla”, le reconoce a Carlos Gómez en El País.

La mano derecha del ministro será también económica. Se trata de Eduardo Arrojo, que había sido consejero de Hacienda en Asturias, y que se convierte en secretario general de Sanidad con rango de subsecretario. Para el potente Insalud de la época, García Vargas elige a José Simón, gerente del Hospital Clínico San Carlos hasta ese entonces.

Comienza la segunda legislatura de un ministro socialista en una sanidad que es sin duda mejor que la de cuatro años antes pero a la que todavía le aguarda por delante un largo e inacabado período de reformas.

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