A Jesús María Fernández, portavoz de Sanidad del PSOE en el Congreso, la financiación sanitaria le parece una miseria. Y no le gustaría tener que repartirla, que es básicamente lo que ha hecho en los últimos años el Sistema Nacional de Salud (SNS), según su impresión. Y no parece haberlo hecho mal de todo, a juzgar por las evidencias recopiladas por la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), en su ya clásico informe bianual, en el que constata que, pese a la crisis, no se aprecia deterioro en la salud de la población.
La verdad es que resulta difícil conciliar ambos juicios: que los presupuestos sanitarios sean míseros y que, a la vez, den sobradamente para mantener niveles de calidad asistencial muy aceptables y, lo más importante, contribuir al bienestar de la población. Quizá las partidas dedicadas anualmente a la sanidad no son tan pequeñas como insinúa el portavoz Fernández o quién sabe si los indicadores de la Sespas no son tan atinados como parecen, y la salud de los españoles se está deteriorando peligrosamente. O justamente todo lo contrario.
Es verdad que 10.000 millones de euros menos es una cantidad muy importante incluso para un sistema tan consolidado como el sanitario. Pero Fernández no cree que este sea el origen real del gran problema financiero de la sanidad; más bien apunta a una necesaria reforma fiscal y a un IRPF más progresivo que el establecido por el PP, según ha explicado con detalle a Diario Médico. En la reforma, el PSOE será partidario de introducir financiación finalista (lo presupuestado para sanidad que se dedique efectivamente a la sanidad) y de recuperar el Fondo de Cohesión Sanitaria, un instrumento muy apropiado para reducir las inequidades en el acceso a prestaciones y servicios, que también quedó en el olvido.
La Sespas también tuvo su alegato alarmista hace dos años, cuando en el informe presentado ahora apuntaba a la crisis y los ajustes económicos como causantes directos del daño a diversos colectivos como menores en entornos de pobreza, inmigrantes, parados y personas mayores. Hoy persiste el riesgo, pero las sensaciones parecen ser menos negativas.
Entretanto, algunas autonomías están empezando a elaborar sus presupuestos para el año que viene, todavía con la inquietud de desconocer cuál será el escenario que planteará el Gobierno central y cómo influirán las exigencias de la Unión Europea en cuanto a equilibrios financieros y reducción del déficit. En cualquier caso, servicios de salud como el valenciano, el andaluz o el balear ya han avanzado incrementos presupuestarios en sus capítulos de farmacia, según Correo Farmacéutico.
Más que de miseria, quizá sería más apropiado hablar de suficiencia financiera, que algunos identifican con el término sostenibilidad. La sanidad necesita que sus cuentas cuadren, más allá del calificativo que se les pueda o deba dar. En ese propósito, que arranca con la creación misma del Sistema Nacional de Salud, aparece otro concepto muy de moda, especialmente en estos últimos días, gracias al interés de las cabeceras de Wecare U: el autocuidado. Eso de que el paciente se preocupe y se responsabilice más por su salud es sin duda una buena idea, pero quizá no debamos dejar descansar en ella, exclusivamente, la necesaria sostenibilidad del sistema, tal y como hace tranquilamente Gaceta Médica en su portada de esta semana.