La sanidad privada ha vuelto a elevar la voz para hacerse oír, con sus mensajes habituales y otros que no lo son tanto. No le vale ya con ser complementaria, sino que, en algunos indicadores, quiere competir con la pública y, si es posible, ser mejor. El camino del reconocimiento es largo, pero lleva tiempo definido y la privada lo está recorriendo con una notable determinación, que va creciendo en intensidad, sobre todo a raíz de la creación del Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS).
Primero ha sido el IDIS, que es tanto como decir todo el sector privado al unísono, el que ha presentado por quinto año consecutivo su estudio RESA (Resultados en Salud en la Sanidad Privada), un esfuerzo por decir claro y alto: aquí estamos nosotros y esto es lo que somos capaces de hacer por el sistema. Mejoras en casi todos los indicadores -en accesibilidad, en tiempo de espera quirúrgica, en consultas y en urgencias, en supervivencia tras infarto de miocardio en las siguientes 48 horas, por citar solo unos pocos- para respaldar ese peso creciente en el porcentaje de gasto total sanitario en España (cerca de un 30%), por encima del que ofrecen otros países del entorno.
Pero la gran novedad del estudio es el análisis de otros observatorios similares de servicios públicos, lo que permite la comparación de resultados. El IDIS asegura que el sistema privado estaría al nivel de los mejores públicos e incluso los superaría en algunos indicadores. Este es un paso adelante en una estrategia tradicionalmente dirigida a lograr una complementariedad estable y reconocida. Ahora se trataría de competir de igual a igual. Con transparencia y sin prejuicios.
Los datos del IDIS han sido reforzados por las ideas, en este caso promovidas por una de las compañías más potentes del sector, SegurCaixa Adeslas, a través de su su Foro de Seguros de Salud, en el que se ha escuchado nítidamente que el sistema sanitario público, tal y como está concebido, no tiene capacidad suficiente para sostenerse por sí mismo. Y que la privada tiene que participar en la solución de este evidente problema. Porque la prioridad es la salud de los ciudadanos y, para preservarla y cubrirla adecuadamente, no se debería desperdiciar recurso alguno. Y si encima es óptimo, menos aún.
De esta manera, unos y otros tratan de allanar el camino para que el país pueda al fin interiorizar un nuevo concepto de Sistema Nacional de Salud: universal y público en el aseguramiento, diverso y libre en la provisión y la gestión del servicio. Lo cual, dicho así, parece muy sencillo de alcanzar y hasta razonable, pero en realidad es precisamente lo contrario: una controversia inagotable, y que lleva alimentando el debate sanitario desde hace años.
No cabe duda de que la privada ha perdido complejos y ha decidido mostrar sus valores y argumentos, e insistir en su alcance, cueste lo que cueste. Los datos del IDIS y las reflexiones escuchadas en el Foro Adeslas no parecen casualidad, justo a una semana de las elecciones generales, que deberán generar un nuevo gobierno para quién sabe si promover cambios importantes en la sanidad española, tal y como la conocemos desde hace tiempo.
Desde luego, antes de que el Gobierno lo formen finalmente formaciones muy alineadas con la preponderancia, cuando no directamente supremacía, de la sanidad pública, las compañías aseguradoras y las clínicas privadas quieren difundir un mensaje de capacidad, recursos, transparencia y, una vez más, colaboración, ante una situación económica que no invita a la complacencia ni al desdén. Y si para que cuenten con ellos, tienen que decir, y demostrar, que son incluso mejores que la pública, parecen decididos a hacerlo.